En nuestra región, la Nochebuena fue, como en otros pueblos y ciudades de nuestro país, un momento muy especial e incluso mágico que perdura en nuestra memoria colectiva.
Era en esta época del año, en un contexto propio de su ruralidad, cuando todas las familias se reunían en torno a la mesa de Nochebuena y compartían todo lo que significaba.
Sabemos que no existía una única norma culinaria; había cierta variedad en la presentación de la mesa de Nochebuena, siempre teniendo en cuenta la estratificación social de cada familia. También sabemos que, independientemente del estatus social de cada familia, era en esta noche cuando cada uno afirmaba su propia identidad y mostraba la variedad de alimentos que nos caracterizaba.
Como somos alentejanos, y basándonos en las investigaciones que hemos realizado entre los habitantes más viejos de nuestro pueblo, y otros más jóvenes pero conocedores de las viejas costumbres, creemos no estar muy lejos de la verdad si decimos que el menú de Nochebuena no se alejaría demasiado de las siguientes fiestas:
- O polla era habitual en la mesa de Nochebuena. Se hervía previamente para preparar la sopa con la que comenzaba la comida. Después se asaba el gallo en el horno y se servía con arroz hecho con sus menudillos;
- O bacalao hervido era otra alternativa habitual. Se servía con coles, huevos y patatas cocidas, todo ello rociado con el aceite de oliva nuevo que cada familia producía en esta época (todas las familias estaban muy orgullosas de sus propias aceitunas, que recolectaban y procesaban en el molino de nuestro pueblo. El aceite de oliva era uno de los productos más valorados en nuestra economía familiar);
- Había otras opciones, como pato asado, cordero asado o pollo asado, pero no eran más que alternativas al gallo asado al horno.
¡La Nochebuena no terminó aquí! (En esta época del año, la noche significaba el final de la tarde, ya que anochecía muy temprano). Habría mucho ajetreo y cosas que hacer durante toda la noche. No olvidemos la fritura de niños y el aceboNormalmente era responsabilidad de las mujeres de la familia, pero primero tenían que preparar y cocer la pasta. Correspondía a los hombres de la familia encender el fuego y mantenerlo encendido durante toda la noche. A lo largo de la noche, el estómago se reconfortaba con cacholeira tostada y café de cebada.
Como vemos, la Nochebuena era una larga noche llena de muchos momentos y tareas. Sin embargo, en medio de tanta actividad, aún quedaba un hueco para ir a la iglesia a asistir a la Misa del Gallo o a la hoguera, donde ardían enormes troncos en el patio de la iglesia, donde se bebía despreocupadamente vino o algún aguardiente.
Era tarde por la noche cuando los niños, ya somnolientos, ponían sus zapatos o botas en la chimenea, esperando que el niño Jesús pusiera allí su regalo de Navidad.
Y es sobre la base de esta tradición secular que Despensa Franciscana ha asumido el papel de transmisora de esta cultura, promoviendo lo mejor de lo que producimos, la excelencia de lo nuestro, y afirmándose indiscutiblemente como heredera de la verdadera tradición de nuestro Alentejo.
Como siempre, me fascina cada artículo que escribes.
Bjs y gracias por tu dispensa franciscana