Recorrer el Sendero de la Barca da Amieira nos permite, ademĂĄs de ejercicio fĂsico, experimentar recuerdos y sentidos, que aquĂ se perpetĂșan con rigor y se liberan casi mĂĄgicamente a cada paso que damos por el sinuoso y bucĂłlico camino que sigue al Tajo en su largo y lento viaje hacia el mar. Este mismo Tajo que separa y une el Alentejo y Beira y que fue testigo del hercĂșleo trabajo de los hombres que remolcaban las barcas por sus orillas, tirando de una fuerte cuerda de sisal, y que dejaron aquĂ sus huellas que perdurarĂĄn durante muchas generaciones: los Muros.
de Sirga. DetengĂĄmonos un momento e imaginemos escuchar el sonido de los murmullos, de los gemidos incontenidos de la fuerza bruta y manual rompiendo un silencio tan despiadado como cĂłmplice y doloroso.
Ya no hay batĂ©is ni bateiras, pero si tienes suerte aĂșn puedes ver algunas perdices y los jabalĂes y zorros que son sus depredadores naturales, que se mezclan con el sotobosque de romero y retama, con sus inconfundibles y Ășnicos olores. En cada recodo de la ruta, siempre con el Tajo como compañĂa, ese caudal de agua que nos atrevemos a decir que determina su existencia, nos envuelve una relaciĂłn equilibrada, armĂłnica y sostenible con la naturaleza, que nos regala emociones casi incontrolables.
ÂĄEs una tierra mĂĄgica y sagrada! Desde el principio, desde las conquistas iniciales, toda esta zona desempeñó un papel decisivo en la defensa de nuestros territorios, y cuenta la leyenda que el cuerpo de la reina Santa Isabel, transportado desde el lugar de su muerte, Estremoz, hasta su tumba en Coimbra, pasĂł por el puerto fluvial de Amieira a mediados del siglo XIV. Por eso aquĂ nunca ocurriĂł ningĂșn accidente. ÂżY los transbordadores? LlegĂł a haber dos que cruzaban el Tajo y unĂan las orillas norte y sur, transportando personas y mercancĂas, generando riqueza y ÂĄmuchas historias de vida que contar!
Esta etapa de bellezas, conjuros, encantos y ensoñaciones, que in crescendo y durante unos 3,5 kilómetros han ido calando en nuestra memoria y absorbiéndonos a lo largo de este deslumbrante paseo, termina con la inesperada visión de un puente colgante que nos despierta.
sublima muchos de nuestros pensamientos. A partir de ahora, la contemplaciĂłn estĂ©tica darĂĄ paso a otra expresiĂłn del placer: el pecado de la gula, que se puede practicar como es debido en la aldea de Arneiro, ante una sabrosa sopa de pescado con huevas y pescado frito. Es un festĂn de los dioses y, por ello, tambiĂ©n es digno de ser regado con un nĂ©ctar de tocino de nuestra regiĂłn.
La vida estĂĄ hecha de nada;
De grandes montañas quietas
Esperando el movimiento;
De ondulantes maizales
Por el viento;De casas
CaĂdos y con signos
De nidos que una vez estuvieron
En los aleros;
Polvo;
Miguel Torga
Para ver esta cosa maravillosa.
Mi Padre criando una vid
Como una madre trenzando el pelo de su hija.
Virgilio da Luz Belo
Colaborador en la Despensa Franciscana, para el ĂĄrea cultural